Durante el
embarazo, el cerebro de la mujer es más plástico. (Corbis)
Algunas
mujeres se quejan de la falta de memoria y concentración al tener a su bebé y
tiempo después del parto. Parece como si nos hubiésemos vuelto tontas al ser
madres. Pero nada más lejos de la realidad.
Katherine
Ellison, una
periodista americana premiada con el Pulitzer, se preguntó hace ya algunos años
si la maternidad nos hacía menos inteligentes, y el resultado de su
investigación lo publicó en su estupendo libro El cerebro de mamá. Cómo la
maternidad nos hace más inteligentes, en un inicio titulado Inteligencia
Maternal. “Parece ser que el estigma de torpeza mental asociado a la
maternidad es injusto y falso”, afirma la autora. De su libro trata el presente
artículo.
Cerebro
encogido
Algunos
estudios demuestran que el cerebro de la madre se encoge literalmente durante
el embarazo. Pero parece ser que este “encogimiento” ayuda a la
reestructuración del mismo, pues aumentan considerablemente las conexiones
neuronales en áreas como el hipocampo (centro dedicado a la memoria
emocional). Todas aquellas estructuras que se dedicarán al comportamiento
maternal, básicamente situadas en el sistema límbico (lo que algunos llaman
cerebro medio), realizarán un cambio gigantesco: allá donde habían carreteras,
¡se construirán verdaderas autopistas! El cerebro de la madre se prepara para
asumir la responsabilidad de garantizar la supervivencia del nuevo ser.
Agudeza de
sentidos
Los sentidos
se agudizan con el fin de poder estar más atenta a los hijos e hijas. Por
ejemplo, el sentido del olfato se hace más fino durante el embarazo y el parto,
y en este momento se activan las estructuras cerebrales dedicadas al mismo.
Esto parece ser debido a la hormona prolactina. Ocurre igual con la audición: las
madres suelen reconocer el llanto de su bebé entre diferentes llantos. La
capacidad visual también aumenta, a fin de preservar a su niño de los
potenciales peligros. Aunque el sentido más importante es el del tacto. Las
partes del córtex cerebral dedicadas al tacto se hallan cambiadas en la
maternidad. Por ejemplo, en estudios con animales, la zona del cerebro
dedicada al pecho doblaba su tamaño durante el tiempo de amamantamiento.
Cuando una madre toca a un bebé y éste le toca a ella, recibe información muy
sutil, pero muy poderosa, sobre cómo es su bebé, sobre qué siente y sobre cómo
es su relación con él. Esto tiene un efecto a nivel cerebral.
Multitarea,
mayor eficiencia
Las madres,
al dar a luz, tienen que hacer frente a multitud de tareas nuevas y a la vez.
Para asegurar la supervivencia del bebé, la progenitora tiene que priorizar,
lo que conlleva a mayor eficiencia. Es habitual estar cocinando y hablando
por teléfono, aprovechar mientras duerme el bebé para poner una lavadora, hacer
las camas, la cocina y barrer. ¡Se aprovecha el tiempo al segundo! Todo esto,
en una sociedad donde se exige mucho a las nuevas madres. Tener un hijo o hija
pone a prueba la imaginación de los adultos: sacar recursos del fondo de la
chistera, y de forma inmediata, porque no se puede dejar para otro momento más
oportuno.
Las
exigencias del día a día en la sociedad que estamos hace más ardua la tarea de
ser padres en general. Así que las madres tienen que poner más a prueba su
inteligencia.
Resistencia:
reducir el estrés
A pesar de
ello, hay buenas noticias. Las hormonas de la oxitocina y la prolactina, que se
suelen segregar durante la crianza, especialmente durante la lactancia, ayudan
a reducir el estrés. Así nos lo muestran las investigaciones en las que
participa la investigadora sueca Kerstin Uvnas-Moberg. Durante el parto
y la lactancia se activa un sistema antiestrés, la mujer está más
protegida. Las neuronas que se encargan de la producción de oxitocina se
reestructuran literalmente durante el parto y la lactancia. Según la autora,
estos cambios pueden ser permanentes y facilitar el camino de cara a un próximo
hijo o hija.
Motivación:
la fuerza del amor
También
gracias a la hormona prolactina, que funciona a nivel cerebral como
neurotransmisor, las madres son más valientes. En las madres lactantes,
por ejemplo, su nivel en sangre es hasta 8 veces superior al habitual. Como si
la maternidad fuera un poderoso programa de afirmación personal. Las madres
están dispuestas a pelear siempre a favor de sus hijos. Esta capacidad de lucha
puede reflejarse en la existencia de asociaciones de madres en contra de muchas
injusticias sociales. Las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, son un
ejemplo.
Inteligencia
emocional
Si definimos
“inteligencia emocional” como “la habilidad de observar los sentimientos y
emociones propios y ajenos, distinguir entre ellos y usar esa información para
orientar nuestros pensamientos y nuestros actos”, parece ser que ser madre la
pone a prueba cada día. Tanto practicar y practicar, al final se aprende.
Parece que el ser madre ayuda a la comprensión emocional de los otros.
Así es que,
según la evidencia, el cerebro de la mujer se halla en uno de sus momentos
más plásticos (es decir, momentos de más crecimiento neuronal y mayores
conexiones entre neuronas), durante la maternidad. Nada más lejos de volverse
tonta.
Seguramente,
la mente de una madre no está para memorizar o acordarse de ciertos detalles
que son superfluos en comparación con cuidar de su bebé, su cerebro está muy
ocupado. Tiene un objetivo de mayor trascendencia: criar a un ser humano.
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